Lunes XVIII del Tiempo Ordinario.
LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR. Santoral: San Sixto II, Papa y mártir. ORACIÓN COLECTA: Dios nuestro, que en la Transfiguración gloriosa de tu Unigénito fortaleciste nuestra fe con el testimonio de los profetas y nos dejaste entrever la gloria que nos espera, como hijos tuyos, concédenos escuchar siempre la voz de tu Hijo amado, para llegar a ser coherederos de su gloria. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Evangelio meditado: "Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y una voz desde la nube decía: Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escúchenlo”. Marcos 9:2-10. OFRECIMIENTO: Si la oración se hace en la mañana: Nos ponemos en tu presencia, Dios bondadoso y Padre Nuestro. Te agradecemos que nos hayas dejado empezar el presente día, pues despertamos, una vez más, al conocimiento de nuestra propia existencia… que tu amor nos concede y sostiene. El saber que existimos es el don más grande de tu bondad. ¿De qué nos serviría existir, ante tu presencia, si no estuviéramos conscientes de ello? Además, nuestra vida está profundamente unida a la tuya, por el gran amor del cual nos has hecho participar… de tu amor no podemos dudar. Es el nuestro hacia ti… el que falla con mucha frecuencia. Nos disponemos, ante la grandeza de tu majestad, a los 5 minutos de oración. Te pedimos que des fuerza a la debilidad de nuestra mente y enciendas el fuego de tu amor en nuestros corazones. Padre Nuestro... OFRECIMIENTO: Si la oración se hace en la tarde: Estamos reunidos, Señor, para reconocer tu amor que nos sostiene en el don de la vida… y para reconocer tu bondad que nos colma de beneficios. En las horas que ya pasaron y disfrutamos, tuvimos la oportunidad de hacer sentir tu amor y tu bondad, a través de nuestra propia bondad, en todos aquellos que nos rodean, familiares y amigos y en nuestro mundo tan necesitado de ti y de tu amor. Este día fue un paso más hacia tu eternidad, a la que nos llamaste desde el día en que nos diste la existencia. Si lo aprovechamos, hemos guardado un tesoro. Si lo desperdiciamos... tenemos que redoblar nuestro amor en tu servicio. Que durante estos 5 minutos de oración podamos olvidarnos de los intereses humanos, para estar atentos a tu amor y a tu Palabra. Guía nuestros corazones por el camino de tu voluntad. Padre nuestro. Textos Bíblicos: De la segunda Carta del apóstol San Pedro: 1, 16-19. Del Santo Evangelio según San Marcos: 9, 2-10. El episodio de la Transfiguración marca un momento decisivo en el ministerio de Jesús. Es un acontecimiento de revelación que consolida la fe en el corazón de los discípulos, les prepara al drama de la Cruz y anticipa la gloria de la Resurrección. En ciertos momentos sentimos una unidad completa en nuestro interior. Esto puede suceder si estamos en la cima de una montaña y el panorama que contemplamos nos cautiva. Puede suceder cuando asistimos al nacimiento de un hijo o a la muerte de un amigo. Puede suceder cuando mantenemos una conversación íntima o una comida en familia. Puede suceder en la iglesia durante la Misa o en una estancia durante la oración. Pero donde quiera que suceda y suceda como suceda, nos decimos: “esto es, todo encaja, aquí está todo lo que he esperado alguna vez”. Ésta es la experiencia que tuvieron Pedro, Santiago y Juan en lo alto del monte Tabor cuando vieron que el rostro de Jesús se transfiguraba y se volvía blanco y resplandeciente. Hubieran querido que ese momento durara eternamente (Lucas 9:28-36). Esta es la experiencia de la plenitud de los tiempos. Esos son los momentos que hay que recordar cuando Dios parece estar lejos y todo parece vacío e inútil. Esas experiencias son verdaderos momentos de gracia. Reflexión en silencio y comentarios. Del Salmo 96: “Reina el Señor alégrese la tierra”. ORACIÓN FINAL COMUNITARIA: Del 1 al 8 de Agosto: Hermanos, el Padre renueva cada día en su Iglesia el milagro de la multiplicación de los panes con la Eucaristía. Dirijámonos a Él confiadamente para pedirle por nuestra Iglesia y nuestro mundo, y digámosle: QUE NADA NOS APARTE DE TI, SEÑOR. Señor, ponemos en tus Manos a nuestros hermanos más pobres y hambrientos. Haz que nuestra solidaridad y generosidad como hijos tuyos que somos, renueve para ellos, el milagro de la multiplicación de los panes. QUE NADA NOS APARTE DE TI, SEÑOR. Señor, que nos dejemos purificar por ti, para poder purificar nuestros ambientes. QUE NADA NOS APARTE DE TI, SEÑOR. Señor, que nuestras peticiones broten de una fe profunda y una confianza ilimitada en que nos escucharás y nos ayudarás a cumplir tu voluntad. QUE NADA NOS APARTE DE TI, SEÑOR. Señor, edúcanos con tu Palabra para practicar lo que decimos creer y amar. QUE NADA NOS APARTE DE TI, SEÑOR. Señor, son tantas las tempestades que se desatan contra tu Iglesia peregrina en la tierra. No permitas que pastores y fieles se dejen vencer por la desconfianza y el temor, sino que, confiando sólo en Cristo, reciban y sepan infundir esperanza a sus hermanos. QUE NADA NOS APARTE DE TI, SEÑOR. Señor, que así como exigimos de ti respuesta inmediata a nuestras peticiones, nos esforcemos en seguir tu consejo: fe, oración, mortificación en nuestra vida diaria. QUE NADA NOS APARTE DE TI, SEÑOR. Señor, que quienes son más débiles en la fe, sean fortalecidos por las acciones llenas de optimismo y de caridad de sus hermanos que los rodean. QUE NADA NOS APARTE DE TI, SEÑOR. Se pueden agregar otras peticiones. OREMOS: Tú que nos alimentas, Oh Padre, con el pan de tu Palabra y de la Eucaristía; haz que no falte el pan del cuerpo en la mesa de tus hijos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.