Jueves 9 de Agosto (Verde).
Jueves XVIII del Tiempo Ordinario.
Santoral: Santa Teresa Benedicta de la Cruz, monja y mártir.
Evangelio meditado: "Tú eres Pedro, y te daré las llaves del Reino de los Cielos”. Mateo 16:13-23.
OFRECIMIENTO:
Si la oración se hace en la mañana:
Nos ponemos en tu presencia, Dios bondadoso y Padre Nuestro. Te agradecemos que nos hayas dejado empezar el presente día, pues despertamos, una vez más, al conocimiento de nuestra propia existencia… que tu amor nos concede y sostiene. El saber que existimos es el don más grande de tu bondad. ¿De qué nos serviría existir, ante tu presencia, si no estuviéramos conscientes de ello? Además, nuestra vida está profundamente unida a la tuya, por el gran amor del cual nos has hecho participar… de tu amor no podemos dudar. Es el nuestro hacia ti… el que falla con mucha frecuencia. Nos disponemos, ante la grandeza de tu majestad, a los 5 minutos de oración. Te pedimos que des fuerza a la debilidad de nuestra mente y enciendas el fuego de tu amor en nuestros corazones. Padre Nuestro...
OFRECIMIENTO:
Si la oración se hace en la tarde:
Estamos reunidos, Señor, para reconocer tu amor que nos sostiene en el don de la vida… y para reconocer tu bondad que nos colma de beneficios. En las horas que ya pasaron y disfrutamos, tuvimos la oportunidad de hacer sentir tu amor y tu bondad, a través de nuestra propia bondad, en todos aquellos que nos rodean, familiares y amigos y en nuestro mundo tan necesitado de ti y de tu amor. Este día fue un paso más hacia tu eternidad, a la que nos llamaste desde el día en que nos diste la existencia. Si lo aprovechamos, hemos guardado un tesoro. Si lo desperdiciamos... tenemos que redoblar nuestro amor en tu servicio. Que durante estos 5 minutos de oración podamos olvidarnos de los intereses humanos, para estar atentos a tu amor y a tu Palabra.
Guía nuestros corazones por el camino de tu voluntad.
Padre nuestro.
Textos Bíblicos:
Del libro del profeta Jeremías: 31, 31-34.
Del Santo Evangelio según San Mateo: 16, 13-23.
Después de experimentar el rechazo de su pueblo y el fracaso aparente de su misión, el Señor se dirige a sus discípulos con una pregunta directa y precisa: ¿Quién dicen ustedes que soy yo?.
Es probable que en este mismo contexto Jesús hiciera un anuncio de su Pasión y pensara en confiar su misión al grupo de los discípulos, con Pedro a la cabeza. La doble pregunta de Jesús hace que aparezca con claridad la diferencia entre la opinión de la gente y la de los discípulos.
Pedro, en nombre de sus compañeros, reconoce que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios. Estos dos títulos resumen la fe de la Iglesia de Mateo.
No es suficiente decir que Jesús es el Mesías esperado por Israel; hay que añadir, que es el Hijo de Dios. A esta confesión de Pedro, Jesús responde con una palabra de felicitación y un encargo muy especial de cara a la Iglesia. Estas palabras corresponden al importante papel que Pedro desempeñó en la vida de la Iglesia de Siria, a las que se dirige este Evangelio.
Jesús declara dichoso a Pedro, no por sus méritos, sino porque el Padre le ha revelado el misterio de ver en él al Mesías, al Hijo de Dios y le confía la misión de ser el cimiento de la Iglesia, la comunidad mesiánica reunida en torno a los discípulos.
El cambio de nombre produce un juego de palabras, que describe plásticamente la tarea que Jesús encomienda a Pedro:
Ser roca firme, para que la Iglesia no sucumba ante las dificultades.
Reflexión en silencio y comentarios.
Del Salmo 50: “Crea en mí, Señor, un corazón puro”.
ORACIÓN FINAL COMUNITARIA: Del 9 al 16 de Agosto:
Hermanos, llenos de gozo al celebrar la fiesta de la Asunción a la gloria celestial de la Virgen María, Madre de Dios, dirijamos nuestra oración al Padre, diciendo:
MADRE DE DIOS, RUEGA POR NOSOTROS, PECADORES.
Madre Nuestra, que el “llevar nuestra cruz de cada día” no sea una triste resignación, sino la alegre certeza de que compartimos la misión de tu Hijo: por la cruz a la resurrección.
MADRE DE DIOS, RUEGA POR NOSOTROS, PECADORES.
Madre Nuestra, que a ejemplo de San Lorenzo mártir, sepamos producir los frutos que la Sangre de Cristo ha sembrado en nuestros corazones.
MADRE DE DIOS, RUEGA POR NOSOTROS, PECADORES.
Madre Nuestra, llénanos de humildad, de amabilidad, de solicitud por el bien del prójimo, para que podamos cumplir la difícil tarea del auténtico amor fraterno que nos ha encomendado tu Hijo.
MADRE DE DIOS, RUEGA POR NOSOTROS, PECADORES.
Madre Nuestra, que reconozcamos y busquemos el Rostro de Cristo en nuestros hermanos más débiles, con la misma solicitud y el mismo amor y sin resignarnos a que se “pierdan”.
MADRE DE DIOS, RUEGA POR NOSOTROS, PECADORES.
Madre Nuestra, ayúdanos a entender que no necesitamos buscar motivos para “despedir” a nuestros prójimos de nuestra vida. Sino motivos para atraerlos con la misericordia, el perdón y el amor con que Cristo nos atrae a nosotros.
MADRE DE DIOS, RUEGA POR NOSOTROS, PECADORES.
Madre Nuestra, que a imitación tuya, conservemos virginalmente la fe íntegra, la esperanza firme y la caridad ardiente.
MADRE DE DIOS, RUEGA POR NOSOTROS, PECADORES.
Se pueden agregar otras peticiones.
OREMOS: Acoge con bondad Padre, la oración de tu Iglesia, que te presenta sus peticiones con mayor confianza, al contemplar llena de alegría la naturaleza humana exaltada hasta el cielo en la persona de María, Madre de tu Hijo, que vive y reina, por los siglos de los siglos. Amén.